Ante la grave situación económica que vive México, además del profundo rezago social, se necesitan acciones contundentes. Así lo afirmo el presidente Enrique Peña Nieto en una reunión con la alta jerarquía católica durante la celebración del aniversario de las apariciones guadalupanas.
“Mi gobierno está consciente de los grandes retos que cada día salen al paso, retos a los cuales hay que hacerles frente de manera decidida y expedita”, afirmó. “Es por ello que tenemos que reconocer que esta tarea no puede ser llevada por un solo hombre… Ni por muchos hombres… Porque no es tarea de hombres, sino tarea divina”.
Acto seguido, y en un hecho sin precedentes (bueno, con algunos precedentes), Peña Nieto dijo que encomendaba el destino de México a la Virgen de Guadalupe.
“Sé que ella se encargará de que en nuestro país sean erradicados de una vez por todas los principales problemas económicos y sociales, como son, la falta de empleos, la desigualdad social, el limitado acceso a los servicios de salud, etcétera”.
— ¿Quiere decir que todos esos problemas desaparecerán como por arte de magia? —preguntó este reportero.
— No tanto así. Es más bien cosa de que asuman con mayor fuerza la siempre útil resignación cristiana y dejen de pensar que todo en la vida son problemas. Ya están grandecitos para andar de quejumbrosos.